El Mendigo

  En su suave piel con sabor agría dulzura, quedaron las huellas de efímeros momentos...

Su piel convertida en lienzo en un instante improvisado, marcada con la tinta indeleble de una firma inconfundible. Huella de un ser agonizante que mendigaba amor y deseo, el placer no seria el ganador de aquella fría noche de diciembre. 
Fueron los primeros segundos de aquel acto los que convertirían a la pequeña en una Nínfula sin rumbo. Aun así los sonidos provenientes de la habitación eran simples  gemidos fingidos resultado de un falso aunque asimilado cariño, a ritmo de un vals con letra de despedida de una etapa de vida. Finalmente luego de turbios y agitados instantes el cuerpo de la Nínfula quedo tendido en una rosada habitación entre muñecas y un gran vestido de fiesta. Aunque para el consuelo del mendigo seria el primero pero no el único en firmar aquel pálido lienzo.
                                                                                

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