Desliz...

Y una parte de ella deseaba que desapareciera, lo repitió tantas veces que llego a un punto de tener la seguridad de que el ya no estaba. Aun así a pesar de todo moría de miedo por si en realidad no volvía jamas.
Quien lo diría, ¿Ese seria su ultimo y efímero beso?.
El era esa clase de hombres capaces de con solo su presencia marcar la vida de cualquiera, tanto así que fue el único hombre en la larga lista de infidelidades  capaz de tener el suficiente coraje para mirar fijamente a los ojos de la Ninfula y retarla, en ese instante el tiempo no sabia si pararse o colapsar e incluso en ese momento el tiempo carecía de hora, lugar, no se sabia si era día o  noche y  era la dulce fragancia  de ron  y canela la que marcaba el momento.
Su egocentrismo y sus constantes mentiras eran lo único que lo mantenían lejos de la Ninfula que como no siempre debía ser el centro de atención. Aun así fueron sumamente prefectos los momentos donde el tiempo solo era una palabra mas del diccionario que se usaba para hacer llegar tarde a la gente o en tal  caso para hacerlos llegar tarde juntos a cualquier sitio.
Así como una historia mas en la vida de la Ninfula fue el precursor de otros muchos desvelos, el radiante detonador de su explosiva vida marcada por el vicio y el careciente amor que rodeaba su amarga aunque divertida vida.
¡Si! quien lo diría, amarga menos en esos momentos donde el deseo carecía de sentido y el amor era una palabra de su enredador vocabulario, para engañar a cualquier preso carenciente de afecto.
Esa fugaz relación era la culpable de las terribles ojeras de la Nínfula y de sus turbias peleas sociales, luego de que ella lo dejo todo para correr a la libertad a su lado, su amor desapareció sin mas, como se esfuman las polillas en las tardes de otoño, lo único que ella siempre estuvo segura es que el volvería, con amor o sin el como preso que necesita su droga para seguir viviendo, ya que la Nínfula era el elixir de cualquier pobre mendigo carenciente de esperanzas.

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