32

En la vida de la Nínfula habían diversidades de momentos efímeros e incontrolables, como por ejemplo esos besos dulces y fragantes, besos esporádicos que le acariciaban el alma, pero  ninguno se compararía con ese instante de lujuria y reacción de su divertida madrugada correteando bajo las sabanas de la habitación 32, era perfectamente esporádico.
Sucedió sin ni siquiera pensarlo, instante en el cual lograron conseguir ver los planetas en segundo plano, era tal vez soñado esos segundos juntos en los cuales el tiempo se paraba, aun así no era ni día ni noche ya que era la perfecta hora de la madrugada en  que casi la luna y el sol se encontraban.
Fue mágico ese instante sexualmente placentero y sentimentalmente conmovedor, donde juntos solo eran una pieza mas del  rompecabezas que conformaba el universo, todo se tornaba  color de rosas en el preciso instante en  que la Nínfula estaba apunto de tocar la cúspide de sus sentidos y terminar con un dulce suspiro con sabor a tierno deseo, en ese instante no importaba el numero 32 tatuado en la espalda de aquel caballero, no importaban los 32 dulces momentos juntos sobre el  mundo, solo importaba ese ultimo y esporádico momento en que contemplaron los planetas en segundo plano como uno solo, precisamente el momento 32.

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